jueves, 22 de enero de 2009

Pasará

Esta mañana he tenido un conflicto, no pequeño, con Roberto, un alumno de 2º de la ESO: enfrentamiento, desobediencia reiterada, contestaciones inapropiadas... No quiero entrar en detalles de lo que ha pasado, pero si en sus consecuencias: para él un disgusto, una llamada a su padre (que daría para un laaaargo debate) y una sanción moderada; para mí otro disgusto, pero no sólo eso. 


Al final de la mañana ha venido a buscarme, como yo le pedí: 


-” Bueno Roberto, tú me dirás”, le digo, y se queda un poco perplejo, pues lo que él espera es que sea yo el que hable.


-”Pues no sé, profe, que creo que antes he cometido una tontería.” dice. Parece que la cosa no empieza mal.


-”Estoy de acuerdo. ¿Y?”


No hay respuesta, sólo un encogimiento de hombres y una mirada que trasluce su pensamiento: “¿Qué querrá éste?”


Sigo esperando y sólo pasado un rato añade:


-”¿Y qué más, profe, qué más tengo que decir?” 


Y aquí se ha acabado todo. Las esperanzas que yo tenía en que hiciera una reflexión seria el sólo se desvanecen. No hay disculpas, no arrepentimiento, no propósito de cambio. Al contrario, vuelve a insistir en su punto de vista y en lo absurdas que son algunas normas. Sólo haciendo yo los razonamientos que él debería haber hecho, llevándole a la reflexión que habría tenido que salir de él, hace autocrítica y me pide disculpas. Porque yo le argumento para encauzarle a ello. A empujones. 

Esto me entristece mucho. 


Al final de nuestra conversación le hablo de mi decepción:


-”Lo peor de todo lo que ha pasado, Roberto, es mi perdida de confianza en ti. Me esperaba que cuando vinieras a verme habrías entendido lo que hiciste mal y que pedirías disculpas por ello. Pero no ha sido así, lástima. Te tenía por un chico más razonable, más adulto.”


No me contesta, se da la vuelta lentamente y se va, no se despide... 


Y aquí me deja. Con una sensación de desánimo que no me gusta. 

Esto es lo peor de cuando vivo alguna situación así: el gusto amargo que se me queda pegado, la desilusión que me invade llenándome de dudas.


Pasará.



lunes, 12 de enero de 2009

Boban se sabe la teoría


Boban es alumno de 1º E de la ESO. Siempre que entro en su clase está fuera de su sitio: corriendo, brincando, cantando, jugando, peleando, tirando cosas, gritando... ¡¡SIEMPRE!!

Si os acordáis, era el compañero que suministraba a Aarón los materiales para su investigación de finales de octubre. 


Por más que le digas que tiene que tener otra actitud en clase, por más que le regañes, o que le castigues, no se consigue nada. En realidad, no hay ningún problema, sólo que es un niño con demasiada energía. Las molestias que causa nunca son graves. Pero debe aprender a controlarse. 


Hoy en vez de regañarle, le he pedido que escribiera sobre su comportamiento, rogándole que fuera sincero: 


-“Si tu no eres capaz de ver lo que ocurre, Boban, es imposible que se dé un cambio, ¿lo entiendes?”


No hay duda de que lo entiende, pues esto es lo que ha escrito:



MI COMPORTAMIENTO


-“Mi comportamiento está mal no tengo que hacer tonterías en los cambios de clase. Cuando toca, me tengo que quedar sentado en la silla preparar el material y esperar a la profesora en silencio. Si me porto mal me van a castigar y poner un parte. Hoy me he portado mal por jugar en los cambios de clase y me han castigado.

Tengo que escuchar a los profesores y hacer lo que me mandan o me digan. No tengo que pegarme con mis compañeros ni decir palabrotas.”



Bien, como podemos comprobar Boban se sabe la teoría. Ahora sólo falta que la ponga en práctica. 

Seguro que comienza un día de estos...