martes, 30 de noviembre de 2010

El profe no está




Mi amiga Luisa me cuenta de su instituto:

María es profesora de Dibujo y artista de cierto prestigio. No es raro que sea requerida como jurado en concursos artísticos nacionales. Por ello, a veces tiene que faltar algún viernes, faltas que la directiva, hasta el curso pasado, le aceptaba. Este curso en nuestra comunidad se han dado instrucciones muy precisas de cómo se debe justificar una ausencia y de qué se puede o no considerar justificable. Las faltas de María no son justificables y así se le dice a ella. Lo acepta, aunque no deja de manifestar su disgusto por ello.
A principios de noviembre María falta un viernes, tiene que desplazarse para uno de sus concursos. Al lunes siguiente, cuando se reincorpora al centro, el Director le comunica por escrito que su falta no es pertinente y que se ha puesto en conocimiento de la Dirección de Área y de la Inspección. Al coincidir con el fin de semana, le quitarán tres días de sueldo. María entra en cólera:

-“Con la de cosas que yo he hecho por este instituto” vocifera.
-”Estabas avisada y conocías la normativa”, responde el Director.
-”Pues no haber dado parte de mi ausencia.”
-”¿Me estás pidiendo que tape tu falta y cometa yo otra por no cumplir con mis obligaciones?”

Se me olvidaba comentarte, me dice Luisa, María cobra cuando ejerce de jurado en esas ocasiones.

***

En mi instituto también tenemos conflictos por las faltas del profesorado. El sistema para justificar una ausencia ha corregido inconcreciones que permitían cierta “flexibilidad”, digámoslo suavemente. Ahora sólo se admiten aquellas faltas que la norma contempla expresamente. Se acabó acompañar a un familiar a consulta médica; acudir a una cita con el tutor de tu hijo a su colegio; firmar la compra de un piso en el notario; ir al funeral de un gran amigo...

Seguramente esto sea un fastidio, pero en nuestro centro el absentismo ha caído en más del cincuenta por ciento. 


jueves, 25 de noviembre de 2010

Las hormonas




Markus, Guillermo y Javier, de 2º de la ESO, están castigados en Jefatura por portarse mal durante la clase de Lengua. Tienen trabajo para hacer, unos ejercicios sobre el uso correcto de la i griega. Mientras trabajan oigo sus voces. Como sólo tienen un libro, Markus va leyendo:

-"Se utiliza i griega en las sílabas yer y yec, como por ejemplo en yermo y eyector."
-"En las palabras con prefijo ad- y sub- seguidos de i griega: como en adyacente y subyacente."
-"En las palabras terminadas en i griega cuando ésta pertenece a un diptongo o triptongo, salvo en el caso de saharaui, fui y bonsai."
-"Cuando es conjunción copulativa."

A esto último Javier añade muy serio:

-"Estoy malo, tío, estoy malo, tengo las hormonas que no se puede..."


A esa edad, todos sus caminos llevan a Roma...

viernes, 19 de noviembre de 2010

Tizas



Marta es alumna mía de 1º de bachillerato. Su madre, Berta, es una buena amiga. Le pregunto qué tal va su hija y me comenta que bien, que está muy contenta en el instituto; también me cuenta que se ha echado novio, su primer novio. Se la nota preocupada, como suelen estarlo las madres por este tema a estas edades.

La clase de Marta me encanta: son participativos, trabajadores, han entrado bien en la dinámica de la asignatura... Son el grupo que me hace disfrutar este año, con ellos es fácil ser profesor, disfruto siendo su profesor.

Ayer tenía clase con ellos a última hora.

-”Por favor” les digo, “hoy tengo prisa por irme, tengo a un grupo de 3º de la eso castigado a séptima hora. Si sois tan amables, cerráis las ventanas, bajáis las persianas, apagáis las luces y al salir cerráis la puerta.”

Y sin más salgo pitando del aula. Sobre mi mesa quedan, por las prisas, las reglas y las tizas de colores sin recoger.

Mientras estoy con el grupo castigado pienso en las tizas olvidadas, una caja recién estrenada, y me imagino a los chavales aprovechando mi descuido. Tras el castigo vuelvo a mi aula a ver qué ha ocurrido y, para mi sorpresa, me encuentro las reglas ordenadas y las tizas metidas en su caja, como nuevas.

Hoy he preguntado quién fue el que recogió las tizas. Javier levanta la mano.

-”Muchas gracias, Javier. Ese detalle da idea de tu gran calidad humana”, le digo con cierto tono de vacile...

Cuando termina la clase Javier y Marta se van juntos, en el pasillo se dan la mano. No creo que Berta deba estar muy preocupada.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Pequeños






Estimado Jefe/a de Estudios:

Me gustaría comunicarle que, algunos alumnos de 1º B, entre ellos Rubén J. y Santiago R., han sufrido empujones por parte de los alumnos más mayores del Instituto. También otros compañeros, me han dicho que los alumnos mayores les arroyan y abusan de autoridad porque nosotros somos más pequeños. Así mismo, Rubén y Santiago han dicho que ayer 17 de noviembre de 2010, en el tiempo entre el recreo y la clase de 4ª hora, un alumno de 1º C, llamado Iván M. estaba peleándose con otro niño y les golpeó al subir las escaleras.

Atentamente.

Elías H.
Delegado de 1º B (Sec. Bilingüe.)

¡Qué difícil se hace para los más pequeños pasar del cole al insti! Aunque si cuentan en sus clases con representantes como Elías, seguro que les será más fácil...

lunes, 8 de noviembre de 2010

Contigo es más fácil



Este curso lo empecé decidido a fomentar el trabajo en grupo con los alumnos de la ESO. Primero porque estoy convencido de que en una institución educativa se le debe dar al menos tanto valor a las actitudes y valores (frente al trabajo, los compañeros, la tarea...) como a los contenidos, y trabajando en equipo se dan más oportunidades para ello que trabajando individualmente. Y segundo porque creo que nos centramos mucho en el currículo (la parte técnica de la enseñanza) y poco en la metodología (el “oficio” de ser profe).
Los profes a los que yo admiro de entre los que he tenido se distinguen, no por lo que me enseñaron (de lo cual he olvidado la mayor parte, lo siento), sino por cómo lo hicieron y por los valores que me transmitieron.

Terminado el primer trabajo en grupo con mi 3º de la ESO, era momento de pasar un breve cuestionario de evaluación. Aunque mi impresión es que todo ha ido bien, me parecía imprescindible escuchar sus opiniones. Las preguntas eran abiertas, podían contestar lo que quisieran. Sus respuestas no han podido ser más favorables, mirad:

¿Qué cosas positivas crees que hay en trabajar en grupo?

Se manejan más ideas (9 alumnos)
Tenemos que colaborar con los demás (8)
Es más divertido (6)
Se trabaja más a gusto (2)
Se termina antes (2)
Trabajamos con quien queremos (1)
Nos portamos mejor, tenemos que respetarnos (1)
Aprendemos a valorar las ideas de los demás (1)
Debemos ser más sociables e integrarnos con el grupo (1)
Nos sentimos apoyados (1)
Podemos hablar con los compañeros (1)

¿Qué dificultades has encontrado?

Es difícil ponerse de acuerdo (11 alumnos)
Hablamos mucho (7)
Algún miembro del grupo debería colaborar más (2)
Nos distraemos (1)
No podemos dibujar a la vez (1)
Cómo distribuirnos el trabajo (1)
No podemos hacer lo que queremos (1)
Mala contestación de algún compañero (1)

¿En tu opinión, por qué merece la pena trabajar en grupo?

Es más divertido, más lúdico, más ameno (10 alumnos)
Aprendemos a colaborar (4)
Se trabaja mejor (3)
Tenemos más ideas (3)
Se aprende más (2)
No lo hacemos nunca, es una novedad (2)
Se consiguen los objetivos antes (2)
Conoces más a tus compañeros y eres más respetuoso (2)
Es otra manera de trabajar (1)
Aprendemos de los demás (1)
Podemos hablar (1)
Si uno se bloquea nos ayudamos todos (1)

Leyendo sus opiniones no me cabe ninguna duda de que es una experiencia positiva (aunque con sus dificultades).
Para mí es un placer ver cómo se ayudan, como discuten, cómo se ponen de acuerdo, como disienten, como plantean sus ideas, como valoran las de los demás, cómo se relacionan, cómo se organizan, cómo se divierten, como aprenden a convivir...

Ahora voy a hacer dos cosas:
Tomarme la libertad de aconsejaros un libro, ¿Por qué tengo que ir a la escuela? Cartas a Tobías, de Hartmut von Hentig, editorial Gedisa. Una pequeña maravilla en la que un ilustre pedagogo alemán explica a su sobrino Tobías los motivos fundamentales para asistir al cole.

Y agradecer a la señorita María su dulzura al enseñarme las primeras letras; a Don José Freitas las canciones populares que nos hacía cantar cuando nos veía cansados y distraídos (“Salid mozas a bailar, que ya resuena el pandero...”, todavía lo recuerdo, ¿dónde estará el cancionero negro que siempre llevaba consigo?); a Doña Esperanza de Miguel lo fácil y apasionadamente que enseñaba Biología en bachillerato sin utilizar nunca una hoja de apuntes; a Don José Valdés lo asequible que hacía las matemáticas de COU; a Don Manuel Guerra sus divertidos exámenes de Lógica (y por descubrirme a Idries Shah). Y a Tina, compañera mía en el instituto hasta el año pasado, que me ha enseñando el valor que tiene escuchar y respetar a los alumnos en cualquier circunstancia, incluso en la más adversa. A todos ellos, muchas gracias.

miércoles, 27 de octubre de 2010

"Estáis sanas, sois jóvenes..."



Celia (quizá os acordéis de ella, por sus comentarios tras la visita a la exposición de Rembrandt, en “Por un mísero medio punto...”), alumna de primero de bachillerato, viene a Jefatura por un problema con inglés. Su clase está dividida en tres niveles y ella está en el superior, pero no se siente cómoda. Sus compañeros proceden la mayoría de la sección bilingüe y ella no. Pregunta si podría cambiarse al nivel intermedio. Miraremos que se puede hacer.

Fué alumna mía en tercero de la ESO. Por aquel entonces leía a todas horas, no literatura juvenil, estaba metida con los clásicos: Tolstoi y su Ana Karenina, por ejemplo; inusual en una chica de 14 años.

-”¿Has leído algo interesante últimamente?” pregunto aprovechando la oportunidad.
-”A Cesare Pavese”, me dice. Y añade: “Tú me lo recomendaste, ¿te acuerdas?”
-”No, Celia, no me acuerdo. ¿Y qué te has leído?”
-”Diálogos con Leucó, me encantó”
-”¡Vaya!”, digo admirado.

Para los que conozcáis a Pavese sabréis que esta obra es la más particular de todas cuantas escribió, también la más querida por él, según dicen. El libro que tenía consigo en el trágico momento de su suicidio.

Quizá yo prefiera “El hermoso verano, con ese principio mezcla de felicidad y melancolía:

En aquellos tiempos era siempre fiesta. Bastaba con salir de casa para ponerse como locas, y todo era tan hermoso, en especial de noche, que al volver muertas de cansancio aún esperaban que ocurriese algo, que estallase un incendio, que en la casa naciera un niño, o a lo mejor que amaneciera de improviso y toda la gente saliese a la calle y se pudiera seguir andando y andando hasta los prados y hasta detrás de las colinas. -”Estáis sanas, sois jóvenes -decían- sois unas chiquillas, no tenéis preocupaciones...”

Disfruta, Celia...

viernes, 22 de octubre de 2010

Nirvana

-"Ohhhhh síííííííííííííí!!!!!!!” 
Exclama Juan, que acaba de dar con la solución de un nuevo problema de tangencias. Se le ha iluminado la cara y sonríe de oreja a oreja.

Su compañero, Javier, levanta la cabeza, echa un vistazo a la solución de Juan y asiente dándola por buena, aunque puntualiza mientras le señala alguna imperfección:

-”Está bien Juan, pero sin precisión no se alcanza el Nirvana.”

Todos reímos.  

viernes, 8 de octubre de 2010

Ruido


-”El útimo día de clase estuvo bien, estoy contento con lo que hicísteis” les digo a mis alumnos de 3º ESO, que estuvieron trabajando en grupo. “Pero hubo un detalle que deberíamos mejorar: demasiado ruido”. Ellos están de acuerdo.

-”¿Cómo lo solucionamos?
-”Pues profe, nos puedes dar tres avisos y si seguimos con mucho jaleo nos castigas” dice Jefferson; Roberto lo apoya.
-”Veréis, no quiero castigaros. No creo en el aprendizaje bajo la amenaza de un castigo.”
-”Pues nos pones un positivo” dicen a coro algunos. “Nos subes la nota 0'10 puntos, 0'25 puntos...” parece una subasta.

Estoy decidido a seguir sus sugerencias. Me hago el pensativo, pongo cara de sopesar su propuesta.
-”Vale, os subiré 0'25 puntos en la nota de la evaluación cada día que seáis capaces de trabajar en grupo sin que se monte mucho follón” les concedo.
-”Pero ¿¡cada día!?” pregunta María y añade, “entonces podríamos aprobar con sólo estar callados.”
Todos ponen cara de felicidad. Ya empieza a notarse menor ruido, levantan la mano para pedir turno de palabra, no hablan a gritos.
Elena no está de acuerdo.
-“Pero entonces todos vamos a sacar ochos y nueves, y no distinguiremos la calidad de los trabajos por su calificación, será un lío.” Alguno más la secunda.
-”¿Os parece que va a ser fácil?”
No, no se lo parece.

-”Bien, empecemos ahora mismo. Pero yo no quiero ser el que decida si habéis conseguido lo pactado, habéis de ser vosotros.”
-”Pero podemos decir que sí hemos sido capaces aunque pensemos que hemos hablado mucho. Te podemos engañar.” dice Cristina.
-“Sí, pero confío en que vais a ser honestos.” afirmo. “Elegid a uno de cada grupo. Serán cinco personas en total. Al final de la clase me diréis si os debo sumar o no los 0'25 puntos. ¡A trabajar!”
Y se ponen a ello en una actitud muy diferente a otros días. De vez en cuando me acerco y pongo la oreja, les observo y estoy feliz, ¡está dando resultado! Además están trabajando a mejor ritmo. Sólo veo ventajas al asunto. 

La clase está a punto de terminar. Los cinco jueces sonoros se reúnen y me dan su veredicto:
-”No lo hemos conseguido, profe.”
-”No os preocupéis, el ambiente en clase ha sido MUCHO mejor que otros días, pero ciertamente lo podéis mejorar. Haremos como en Pasapalabra, estos 0'25 puntos de hoy los acumularemos a los del próximo día. Y si lo conseguís entonces, os pondré 0'50 puntos.”
Están felices con la propuesta.  

Veremos que ocurre el miércoles. Ya os contaré.