Primer día de instituto tras las vacaciones, un poco pesimista y muy perezoso pienso en lo larga que se me va a hacer la jornada.
Nada más llegar me encuentro con Remedios, que luce una cara estupenda y me cuenta que ha estado en Holanda visitando a su hija, se lo ha pasado en grande. Sonríe, saca una caja de bombones y me da un par, el chocolate es delicioso. ¡Humm, pues no va a ser un día tan malo!
Sigo encontrándome gente, todos, radiantes y sonrientes, tienen cosas que contar. Pregunto a Tina por sus padres, que pasan de los noventa años. Me planta dos besos, me dice que no están mal del todo, y me regala una bolsita de almendras garrapiñadas. ¡Están riquísimas, hoy parece que estoy de suerte!
Me voy a mi clase con los de segundo de bachillerato, el grupo que me hace disfrutar este año, una horita relajada, sin tensiones. Salgo al pasillo y Carmen, de inglés, me coge del brazo y me lleva a su departamento mientras nos contamos nuestras vacaciones. Al llegar nos encontramos a Chus compartiendo empanadas dulces de requesón y calabaza, bizcocho de naranja, bizcocho de frutas, longaniza, quesos varios... todo ello traído de su pueblo: “¡Vivan los productos de la tierra!”, gritamos riendo con la boca llena.
Salgo del departamento de inglés, sonriendo y pensando que nada va a poder estropearme el día, si ha empezado así, nada va a poder torcérmelo.
Camino de mi próxima clase, me pierdo por los pasillos silbando alegremente. Si escuchas con atención podrás reconocer la melodía.
...y mañana también.”